Nace una nueva garra, la Jaguar
El debut argentino no pudo haber sido más perfecto, a pesar de todas las adversidades por las que se pasó.
«Imágenes de subir, imágenes de soñar llenando un lugar vacío. Cientos de momentos fríos y soledad. Siempre relojeando el cielo desde el suelo y no de arriba», dice la canción «Rockanroles sin destino» de Callejeros. Canción que describe el sueño de ascenso de una banda cuando comienza en la música. Algo similar a lo que ocurre en el rugby argentino en la actualidad. ¿Por qué?
Porque desde el momento que Los Pumas salieron terceros en el Mundial de Francia en 2007, se comenzó a soñar para que el rugby argentino crezca, ascienda, se convierta en uno de los mejores del mundo. Porque se empezó a construir un sueño en el que muchos quisieron estar antes, pero no se pudo. Y hoy sí.
Porque las sensaciones de «casi ganar» y tener «derrotas dignas» era un vacío muy difícil de llenar, una sensación fría, horrible; y hoy ya no se hablar de eso. Muchos fueron los jugadores que pelearon contra la corriente sin poder llegar a la orilla. Pero hoy se llegó. Hoy comenzó una nueva era en el rugby argentino. Porque siempre se quiso estar arriba, pero mirando desde abajo. Hoy, la realidad dice que comenzamos a ver de reojo a Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica. Hoy la realidad dice que Francia, Irlanda, Gales e Inglaterra están atrás, o más abajo.
La historia dirá que el 26 de febrero de 2016 se comenzó a escribir un nuevo libro en la rica historia del rugby argentino. Un nuevo libro que arrancó en 2007 y que no se sabe cuando terminará. Por «la revancha de todos aquellos que la pelearon al lado, de cerca o muy lejos, y no pudieron reir sin llorar».